Hace escasos 10 días emitíamos un comunicado repudiando las declaración del intendente de Florencio Varela (PBA) Julio Pereyra sobre la necesidad de encerrar a los niños que presenten “mala conducta”, al mismo tiempo que el Ministro de Seguridad, Alejandro Granados, intentaba reincorporar a la fuerza policial a los ocho efectivos acusados de desaparecer a Luciano Arruga, un adolescente de 16 años que se negó a robar para la policía. Hace solo 10 días aparecían también en los titulares de los diarios “los linchamientos” eufemismo elegido para hablar de homicidios en banda, de la exacerbación de la sed de venganza aun no sublimada por el derecho.
No es nueva la construcción del sintagma joven-pobre-delincuente en nuestra sociedad, construcción mediática y política del joven de clases populares como “peligroso”, como ese “enemigo interno” del cual hay que cuidarse, al cual hay que neutralizar porque es el culpable del principal mal de la sociedad: la inseguridad. Esta también es una construcción mediática de las más eficaces de los últimos tiempos.
Se lanza una cruzada por la SEGURIDAD, un concepto que vaciado de su contenido social se circunscribe y se asimila a la in/seguridad delictiva, aquella que protege bienes jurídicos supremos como la propiedad privada y la vida. Ya no se habla de vivir seguros, de comer a diario, de ser educados, de ser respaldados por el Estado y no violentados por sus fuerzas represivas. Ya no se habla de esas “seguridad perdidas”, se habla del bien preciado dela SEGURIDAD INDIVIDUAL, aquella que adquiere un valor de mercado y, en tal sentido, participa de la lógica de la demanda y del consumo.
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